miércoles, 3 de febrero de 2010

Personajes con interés: Maximino Sousa Pérez. Fundó con 27 años Autoescuelas Sousa, donde hoy les sigue enseñando a sus alumnos los entresijos de un coche.

Maximino Sousa Pérez es de esas personas que se van dando forma a sí mismas y lo cuentan sin afán de protagonismo. Ronda los 74 años (aún no los tiene, pero pronto será su aniversario) y está hecho un chaval. «Eu, dende logo, teño a sorte de que me encontro moi ben». Es pura vitalidad, porque con casi tres cuartos de siglo, Sousa Pérez sigue haciendo girar el día a día -y nunca mejor dicho- alrededor del volante y del negocio que ha centrado buena parte de su vida: el imperio de las autoescuela Sousa.

Sin embargo, antes de ponerse al frente de ello, Maximino ya tenía experiencia en el trabajo. En realidad, nunca le tuvo miedo. Nació en A Piroga (Baio), una pequeña aldea por la que a día de hoy (y sobre todo cuando hay feria o feirón, como ayer) siguen pasando a pie algunas personas en dirección a los puestos del mercado. En su memoria, Maximino grabó detalles, que en el futuro le sirvieron para un insólito proyecto.
De aquellos tiempos recuerda otras muchas cosas. Maximino nunca pierde su simpatía: «Do primeiro ano, no que nacín, que era o 1936 non recordo nada». Normal, pero de los posteriores sí tiene lembranzas. No eran tiempos fáciles, «coma para todo o mundo», pero Sousa Pérez reconoce que, su familia, «por suerte», no llegó a tener grandes dificultades. Aunque es cierto que «por haber, nin sequera había moito qué comer, a verdade».

Él y sus seis hermanos trabajaron desde jóvenes e, incluso, desde niños. «Antes non era como agora, que se anda como se anda. Antes tiñamos que colaborar dende rapaces». Su padre, portugués, había puesto en marcha un aserradero en Baio. De Portugal le viene el apellido, Sousa, que aunque en Galicia no es extraño, tiene su origen en las tierras del buen vino, Oporto. Maximino empezó a trabajar en la fábrica paterna. «Alí estiven dende os 15 ata os 21, sendo camioneiro».

También cambió, y mucho, la edad de independizarse. Él lo hizo a los 21, cuando se casó: «Tiven sorte daquela que me quixeron, que se cadra hoxe en día non o facían», bromea. Con eses años, tuvo la responsabilidad suficiente para adquirir una casa en Baio y montar su propio bar. No recuerda el nombre, porque entonces no se diferenciaban por rótulos. Y tampoco había muchos más. El suyo era «Casa de Maximino» y así lo conocían todos. Cuando llevaba seis en él, empezó a solapar este negocio con el que lo ha hecho más conocido: las autoescuelas. Por tanto, con solo 27 años, puso en marcha lo que hoy es la casa donde muchos jóvenes de la Costa da Morte siguen aprendiendo a conducir, como lo habían hecho ya sus padres, en la mayoría de los casos. «Nos primeiros tempos, aínda non era a Dirección General de Tráfico a que levaba todo isto, senón Industria». Hay que tener en cuenta que Autoescuelas Sousa nace en torno en los albores de los años sesenta.

Pionero en su sector

Su entidad es toda una institución y la decana de estos negocios en la comarca. Por aquellos tiempos, dice Maximino, las empresas de este tipo que quedaban más cerca estaban en A Coruña y Carballo, donde también precisamente su empresa tiene ahora sucursales: cuatro en a Coruña y una «no Burgo, otra en Carballo, así como en Corcubión y, por supuesto, Baio. Empezó «con dous turismos e un camionciño», pero la cosa fue subiendo. Llegó a tener 31 coches y cinco o seis motos. Y 28 empleados, una cifra nada escatimable ni para aquellos tiempos ni para los de ahora. Ahora, son 25 personas y, dice Maximino, la crisis también se deja notar, pero de momento todavía se resiste, aunque «sempre se podía ir algo mellor».

Él mismo va a dar «un paseíño todas as mañás á Coruña». Lo que él llama paseíño es, en realidad, trabajo, aunque entendido de un modo relajado. «Teño sorte de ter saúde e encontrarme ben, porque tampouco bebo nin fumo». Quizás ese sea el secreto de la vida, pero el éxito al volante tiene otro.

Se decidió por lo de los coches porque «nacera neles. Para min estaba tirado». A él no le hizo falta profesor y los requisitos para enseñar no eran tantos como ahora, pero Maximino tiene claro una cosa: «Un libro non serve para ensinarlle aos rapaces a conducir. Un profesor, cando explica, non pode ler por el e nada máis. Ten que saber do que fala. Se te guías só polo libro, os rapaces, unha vez que os pós ao coche, non saben por onde tirar». El negocio también llevan ahora -aunque Maximino sigue siendo el eje central- «varios rapaces», entre ellos dos hijas. Así seguirá el legado Sousa, «porque eu non vou durar toda a vida». Y porque también tiene mucho en qué entretenerse.

Sousa Pérez tiene una autocaravana en la que recorre, «cando me dá», distintos lugares. Nunca perdió el contacto con su Portugal de origen: «Teño uns primos alí e vou sempre, todos os anos. Vou á Fátima e de paso véxoos». Ha llegado a Lugo, León o incluso, Buenos Aires, donde también tiene familia.

De Portugal trajo consigo una idea hace varios ya varios años, más de diez y de quince. Viendo la Cidade dos pequeninhos, él decidió reproducir la suya. Lo hizo en un monte cercano a la aldea, también en Baio (O Allo, más bien). Son varias casas, una capilla y también un hórreo. «Tiña uns canteiros alí traballando e ocorréuseme». De la reconstrucción -que sorprendió mucho en su momento-, Maximino destaca una casa, «que é exactamente igual á miña de neno, na que nacín eu, pero máis pequena». Ahora, reconoce que «aquilo agora está un pouco abandonado».
 
Son algunas de las vivencias y pertenencias de Maximino. Tiene algunas más, por otros lados, pero las ha ido ganando. Y también ha dado, como la estatua en homenaje a las mujeres de Fornelos. Sousa Pérez ya vivió y luchó mucho, pero adelanta: «Eu aínda quero vivir moito máis».

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