miércoles, 9 de junio de 2010

Esos 'raros' turistas alemanes

SÍ, TODOS SABEMOS que el discurso políticamente correcto condena hablar de pueblos con la cabeza mejor o peor amueblada, pero es que, oigan, los germanos son la leche en verso.

Y no porque sean más altos, más guapos (cuestión muy discutible), más rubios, más fuertes y con los ojos más azules, que eso son giliflautadas, sino porque deben llevar en los genes algún chip que les impide ser desorganizados, o vagos, o perrunos en el trabajo y en la convivencia ciudadana.

Estos días Compostela está hasta la bandera de guiris, muchos de ellos alemanes, y resulta muy fácil comprobar que conforman un pueblo singular. A saber: ¿Cómo es posible que un tipo de Hamburgo que salió peregrinando de Roncesvalles y que no tenía ni repajolera idea de hablar español llegue a la capital gallega, un mes después, chapurreando un castellano perfectamente entendible? ¿Por qué esos fulanos rubiales siempre tienen sitio en la mochila para meter algún libro o guía que les permite conocer con una exactitud pasmosa tradiciones, detalles e historias de los lugares que van a visitar que muchos nativos desconocen?

Pero los tiros no van solo por ahí: fíjense en ellos y comprobarán que la inmensa mayoría son tipos extremadamente educados, respetuosos y afables. Quizá los que vayan a Mallorca a mazarse de cerveza sean diferentes, pero no es el caso de quienes eligen el norte. Además, los bienes comunes son para ellos sagrados, de forma que hasta se permiten el lujo de dejar guías telefónicas en el interior de las cabinas públicas, sabedores de que nadie las pintarrejará, ni les arrancará hojas, ni las mangará. Como en España, vaya. A Santiago también llegan muchos jubilados alemanes. Son mayormente parejas que, pasados los 65, compran una autocaravana y se van a recorrer Europa entera, en viajes que a veces duran meses. No le tienen miedo a nada. No se derrumban todo el día frente al televisor ni invierten sus últimos años en dejarse morir. Cada campin, esté en Noruega o Marruecos, parece ser su hogar.

Algunos vemos a estos tipos de pelo pajizo y seguimos comiéndonos el coco sobre el que, para muchos, sigue siendo uno de los mayores enigmas de la historia: cómo un pueblo así, hace nada, pudo ser narcotizado por, junto a Stalin, el mayor cabronazo de todos los tiempos. Si alguien tiene la respuesta, que conteste.

Fuente: El Correo Gallego

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