En estas desvencijadas instalaciones, ambas en pésimas condiciones de higiene, cohabitan día y noche. Nos las muestra Pérsida, de 17 años, y con dos hijas ya a sus espaldas; una de ellas, Victoria, nacida hace tan sólo tres meses junto al muro de las vías de tren. «Sin epidural ni nada, me dolió, pero qué se le va a hacer», explica, mientras enseña coqueta sus dos dientes de oro. Junto a ella corretea sin pañales y con varios arañazos en la cara su otra pequeña, Denisa, de 16 meses. «Se ha caído por las escaleras del autobús», se justifica. ¿Y los pañales? «Nos los traen de vez en cuando los vecinos de las Tablas», se excusa de nuevo la joven madre.
Comida, sin embargo, no les falta. La compran con lo que ganan pidiendo por el barrio pero también se la llevan los vecinos. «Son personas de un corazón enorme», señala el padre de las criaturas, Cipriano, de 19 años, fuerte como un roble y sin trabajo conocido. «Yo busco chatarra por la zona, pero me ofrezco como cocinero, camarero, electricista, pintor...».
Mientras tanto los más jóvenes de la «casa», Napoleón, Samuel, y Florín, van llegando del colegio «El Valle», donde están escolarizados. Precisamente este es el motivo que alegan los cabezas de familia, Graziere y Fran, de 39 y 45 años, para no abandonar la zona, tras varios ofrecimientos del Ayuntamiento de facilitarles algún tipo de alojamiento para su inserción social y laboral en España.
Periodistas en ciernes
Ahí han aprendido estos chavales a hablar en perfecto castellano. ¿Periodista?», preguntan. «¡Ah, muy fácil, yo sé como se hace, entradilla, cuerpo y texto», dice Florín, acertado y orgulloso. ¿Y los deberes de hoy? «Muchos días no podemos hacerlos, porque no hay sitio. Es duro. Incluso dormimos en el suelo del autobús. Además tenemos que limpiar, cuidar a nuestros hermanos, vigilar que no salgan a la carretera...».
Precisamente este es el miedo de la Asociación de Vecinos de las Tablas, que teme que algún día un coche atropelle a un niño y se produzca una desgracia.
Y es que la nueva ubicación del autobús, una carretera de doble sentido, es utilizada todos los días por cientos de vecinos para ir a trabajar a Madrid. «Viven sin luz ni agua, en unas situaciones higiénicas deplorables. Las administraciones públicas tienen que hacer algo», añaden.
Fuente: ABC
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