
Lo suyo en O Cebreiro fue un visto y no visto. Sobre las nueve y poco de la mañana del viernes entró rápido, muy rápido, en el santuario (cómo no si iba corriendo), pidió por favor adelantarse al numeroso grupo que tenía delante para sellar su credencial y volvió a salir en marcha.
Entre trote y trote, algún estiramiento de segundos y la continuación de su Camino, pudo aportar algunos datos.
Se llama Enrique Martínez, es de Santurce (País Vasco) y se dirige a Santiago de Compostela. «Lo hago por reto y por devoción», confesaba. Tiene un cuerpo de atleta (eso no lo confesó, se percibía) y 55 años. Exactamente, cumplirá 56 el próximo mes de agosto. Partió de Astorga (León) el pasado lunes 12 y llegará a Compostela el «mismo día 25». Obviamente, podría alcanzar al Apóstol antes, pero tenía planeado entrar en el Obradoiro el día grande de Galicia y así lo hará, «aunque tenga que parar antes». Es la primera vez que se lanza al Camino y esto tiene un trasfondo muy distinto a una carrera. Enrique es un asiduo del deporte, corredor «habitual, pero no profesional» y participante en varias ocasiones en alguna que otra competición popular. De media improvisada, está haciendo unos 11 kilómetros por hora, más o menos. Suele trotar dos horas y algo al día. Hay jornadas en las que hace 20 kilómetros, «pero en otras algunos más, depende».
Martínez no es el primero que se mueve por el Camino corriendo. Es como la vida misma: unos lo pueden vivir despacio y otros con gran rapidez. En su caso, va ligero, con pocas cosas a la espalda y avituallamiento de atleta. «Llevo autocaravana de apoyo, donde también duermo, porque no podría subsistir en el Camino si solo llevase las cosas que tengo en esta pequeña mochila», explica. La reflexión, entre zancada y zancada.
Fuente: Lavozdegalicia. es
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