lunes, 30 de agosto de 2010

Aventura en familia: Agustín Larrañaga y María José Escobar acaban de regresar de un viaje en autocaravana que les ha llevado por medio mundo junto a sus niñas. La apasionante vivencia de la familia de Mendaro ha durado un año, en el que han conocido un sinfín de lugares.

¿CÓMO imaginan un año viajando por un sinfín de países sin preocuparse de las responsabilidades del día a día? Seguramente, la pregunta sea familiar para más de uno, y alguno incluso habrá dejado volar su imaginación recorriendo lugares exóticos y parajes recónditos.


Ese mismo sueño es el que han hecho realidad Agustín Larrañaga y María José Escobar, un matrimonio de Mendaro que no dudó en hacer las maletas junto a sus dos niñas, Jara, de ocho años, y Ruth, de siete. "Teníamos todo a nuestro favor, no veíamos ningún impedimento, así que decidimos hacerlo", comenta Larrañaga.

Todo comenzó el 1 de julio de 2009. Salieron dirección Copenhague y siguieron por Suecia, Finlandia y Países Bálticos. El resto de la aventura prosiguió por Polonia, Eslovaquia, Hungría, Rumania, Bulgaria, Turquía (donde estuvieron tres meses), Oriente Medio y Grecia. Fue una aventura fascinante tras la cual regresaron a su hogar el pasado 26 de junio, recibidos con los brazos abiertos y más de una pancarta.
Pero no todo fueron alegrías al principio. Cuando la pareja comunicó a sus familiares y amigos la aventura que iban a emprender, se encontraron con cierta incomprensión por parte de muchos allegados. "Nos decían que estábamos locos", recuerda el padre. Para ellos, en cambio, la experiencia era un tema exclusivamente familiar. Pensaron en hacerlo porque sabían que era mucho lo que les podía aportar esta aventura a nivel personal; aseguran que nunca se lo tomaron como una prueba para llamar la atención, o para marcarse una meta. 

Visto que el viento soplaba a su favor, la familia Larrañaga se lanzó de lleno a la aventura. Agustín tomó un año de excedencia en el trabajo. Tampoco supuso impedimento alguno que sus niñas se quedaran un año sin clases, ya que ellos mismos se encargaron de educarlas durante este tiempo. Otro de los puntos claves que tuvieron que tener en cuenta era el tema económico, ya que tomarse un año sabático suponía vivir si ingresos durante ese tiempo. "Hicimos cuentas, vimos que salían, y no nos lo pensamos más", cuenta Larrañaga.
la solución perfecta 

La autocaravana 

El caso es que a este matrimonio siempre le ha gustado viajar a su aire: "Cogíamos un billete de avión y sobre la marcha íbamos improvisando". Así lo hacían siempre al irse a los países más lejanos, antes de que nacieran las pequeñas. Una vez que Jara y Ruth vinieron al mundo, el matrimonio estuvo unos años sin viajar, hasta que encontraron la solución perfecta para seguir disfrutando de su pasión: la autocaravana, algo que no fue plato de gusto para todos.

De hecho, la primera reacción que tuvieron las niñas al enterarse del plan fue echarse a llorar. Poco a poco lo fueron asumiendo. Su principal preocupación giraba en torno a sus amigos. "Gracias al skype pudieron mantener contacto con sus amistades, y en el colegio, iban siguiendo nuestro viaje gracias al blog que creamos", detalla María José.

No se marcaron un recorrido muy concreto. Tenían previsto "estar lo más al norte posible durante el verano, y al sur durante el invierno", según explica Larrañaga. Antes de entrar en cada país, señalaban los puntos referentes por los que pasar.  

Lo que más valoran de este largo viaje es lo que Jara y Ruth han podido aprender de la experiencia. Las niñas han tenido la posibilidad de andar por las calles de numerosos y muy diferentes países. "Viajar en autocaravana hace que uno se tenga que buscar la vida en cada sitio y ver realmente cómo vive la gente", recalca Larrañaga. Las hijas todavía son pequeñas, pero se dan cuenta de las cosas y plantean cuestiones, como por ejemplo por qué mientras su madre puede vestir como quiera, mientras otras mujeres en el mundo van tapadas de arriba a abajo. "Son un fantasma, nadie les ve", comenta Jara al recordar las mujeres con chador. En países como Bulgaria y Rumania, Jara y Ruth fueron testigos de la pobreza que allí mora, y donde los más pequeños, a pesar de no tener nada, transmiten felicidad. Durante la aventura, estuvieron en contacto con gente muy diversa y siempre dispuesta a ayudar y a acogerles. "Veían a las niñas y eran todo regalos, sobre todo en las zonas más rurales donde la gente hace la vida en la calle", recuerda María José.
El idioma no fue un impedimento para comunicarse en aquellas zonas donde no se hablaba inglés. Para lo básico, con unas simples señas era suficiente. Si no, tiraban de móvil: llamaban a un amigo que entendía inglés y se lo traducía para que pudiera ayudarles.

Casualmente, coincidieron con una familia danesa que también estaba realizando el mismo plan que ellos: se conocieron en un camping de Budapest y volvieron a quedar en Turquía.

Por lo que respecta a la comida, probaron la típica de aquellos lugares que visitaron. Una de las preguntas que más ha oído esta familia era qué iban a comer. "La alimentación no ha supuesto ningún problema; por la noche cocinaba yo en la caravana lo que compraba en los mercados y, durante el día, comíamos la comida propia del lugar", comenta María José, que no concibe ir fuera para continuar con la misma rutina alimenticia de siempre. Eso sí, "la ama no comió un pincho de carne de camello", suelta Ruth. Su madre explica el motivo: justo antes, había visto una cabeza de ese animal colgada en una carnicería. La vestimenta tampoco supuso problema alguno. El problema más bien era encontrar una lavandería. En cuanto veían una, aprovechaban y llevaban bolsas enormes para lavar.

Fuente: noticiasdeguipuzkoa. com

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