jueves, 7 de octubre de 2010

Cuatro coches y una ayuda social

Han tenido que llegar las vacas flaquísimas para que los ayuntamientos cayesen en la cuenta de que llevaban años regalando un aguinaldo de la partida presuntamente social a quien, por ejemplo, tiene un chalé y una autocaravana.  O a quien se ha comprado dos furgonetas nuevas en unos meses. O al propietario de un BMW, un Volkswagen Polo Coupe, un Hyundai y una Renault Kangoo.


Desgraciadamente, no son casos figurados. Ni esos, ni el resto de los que enumeraba Olga Sáez, con datos proporcionados por el consistorio de Bilbao, donde se han detectado 1.254 posibles fraudes. En Gasteiz hay otros 400, más de 500 en Barakaldo y así, me temo, suma y sigue. Mientras, el hombre del que les hablaba ayer, Luis Miguel Santamaría, duerme en la puñetera calle porque en las arcas de su municipio sólo quedan telarañas.

Está muy bien -a la fuerza ahorcan- que los administradores de esos dineros se echen las manos a la cabeza ahora que las cajas están vacías. Lo incomprensible es que no hayan movido un dedo antes. Siempre me ha maravillado la facilidad con que los guardianes del orden ciudadano encuentran mi coche para blasonarlo con una multa cinco minutos después de que me caduque la OTA y, sin embargo, no haya un cuerpo de husmeadores igual de efectivo para dar con estos trileros de las ayudas sociales. Basta pisar un poco la calle para saber que la mayoría de estos estafadores actúan a plena luz del día y que incluso los hay que, en lugar de ocultar su trampa, presumen de ella porque todavía está bien visto darle un bocado a la pasta pública. 

Igual que la Gürtel  

Merece la pena que nos detengamos en esa disculpa social cuando no aplauso del timo a la Administración. No falta quien lo tiene teorizado como una especie de redistribución de la riqueza por las bravas o, sin más, como una muestra de inteligencia y osadía de quien lo comete.

A mí me parece tan latrocinio como lo de la Gürtel o la Malaya. El tipo ese de los cuatro coches que, por cierto, luego se compró un Mercedes descapotable y Volkswagen Touareg me despierta tanta simpatía como Cachuli o el tal Roca de los wáteres de oro. Con dolor, anoto también la decepción que me ha producido ver que algunos colectivos que luchan a pie de obra contra la exclusión califiquen las investigaciones como "criminalización de la pobreza". Seguro que algún munícipe sin entrañas ha aprovechado el viaje para cepillarse un puñado de ayudas justas. Denúnciese cada caso así, pero no amparemos a los que, sin necesitarlo, se lo llevan crudo.

Fuente: noticiasdeguipuzkoa. com

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