viernes, 22 de octubre de 2010

EN PRIMERA PERSONA, POR TEO IBERNÓN : El milagro de Atacama

Teo Ibernon, enviado especial de Antena 3 a Chile, cuenta como vivió la intensa experiencia del rescate de los 33 mineros atrapados a 700 metros bajo tierra.


Pudieron haber salido a tiempo. Los 33 sintieron que la mina ?lloraba?, la oyeron quejarse, toda la vida en el tajo les permitió presagiar lo que otros no previeron. Solicitaron permiso para evacuar y la empresa se lo denegó. No quisieron parar el turno. El cobre tenía que seguir fluyendo a cualquier precio. Con el derrumbe, el 5 de agosto, comenzó su pesadilla. Enterrados vivos a medio camino del infierno, perdidos en las entrañas del cerro. 70 días después vivimos la noche mágica. Queda media hora para las 12.00h, hace frío y del cielo cuelgan miles de estrellas. En el Campamento Esperanza no duerme nadie.

Centenares de familiares y amigos de los mineros enterrados y unos 1.700 periodistas de todos los lugares de mundo tenemos fijos los ojos en las modernas pantallas planas de televisión colgadas por doquier. Ofrecen un punto postmoderno entre las hogueras, el maremágnum de tiendas de campaña, las antenas parabólicas y las unidades móviles. La cápsula Fénix baja, por fin, tras dos intentos de prueba, hasta los 700 metros de profundidad. La señal oficial de la televisión chilena muestra la llegada del primer rescatador. Hay una cámara instalada en el fondo de la mina y se ve a los mineros ansiosos recibiendo a su salvador. El campamento estalla en júbilo: lágrimas, gritos y vivas a Chile. El rescate ha comenzado.

A partir de ese momento la tierra expulsa, uno por uno, a los 33 mineros. Son 33 momentos inolvidables llenos de emoción, ternura y también de humor. Mario Sepúlveda, el número dos en salir, contagia su alegría a todos. Abraza hasta tres veces al presidente Piñera y lanza el grito que en ese momento exclaman 17 millones de chilenos: Chi, chi, chi? le, le, le.

El pozo San José, un polvoriento rincón del desierto de Atacama, se ha convertido en el corazón del mundo. Hay 2.000 millones de ojos pendientes de lo que aquí ocurre, y para contarlo se han congregado 1.700 periodistas de 350 medios de comunicación de los cinco continentes. Un despliegue sin precedentes, sobre todo para un espacio tan reducido. La superficie de las zonas con acceso para los informadores es algo mayor a dos campos de fútbol. Es un hervidero de reporteros grabando entrevistas. Se producen situaciones surrealistas.

La hoguera donde se agrupa la familia del primer minero en salir, Florencio Ávalos, está rodeada por cincuenta cámaras de televisión. Su padre nos responde con calma. A pesar de su ansiedad, soporta el asedio con entereza. En todos los rincones del campamento hay varios periodistas con cada familiar. Incluso hay que guardar turno. Los objetivos de las cámaras registran cada gesto, cada lágrima, cada cántico. Las televisiones chilenas emiten durante 48 horas seguidas el rescate. Durante este tiempo no dormimos, prácticamente no comemos y apenas nos sentamos.

El Campamento Esperanza es inhóspito. Hay decenas de antenas parabólicas preparadas para enviar al señal a cualquier rincón del globo. Sin embargo, carecemos para trabajar de las cosas más básicas. No hay enchufes suficientes para conectar los ordenadores, ni mesas para colocarlos, ni sillas para sentarse.  La sala de prensa, una carpa con cinco mesas, es insuficiente. Algunas cadenas, como la estatal británica, ha enviado a una treintena de personas para cubrir la Operación San Lorenzo con autocaravanas y tiendas, parece un safari.

El invierno que hemos vivido por la noche, se transforma en tórrido verano cuando aparece el sol. Antes buscábamos el calor de una hoguera, ahora se trata de localizar como sea una sombra. Mientras tanto los mineros siguen saliendo, renacen a la luz. En el punto de directo, a un centenar de metros de la cápsula Fénix 2, los periodistas realizamos las conexiones hombro con hombro. Nos vamos relevando según los husos horarios de nuestros respectivos países, primero los europeos, después los asiáticos y los chilenos a todas horas. No hay descanso pero merece la pena. Es un momento histórico, la noticia del año y encima se trata de una buena noticia. Es un privilegio estar ahí para contarlo. Me encuentro con el presidente Piñera cara a cara, desenfundo con rapidez el micrófono. En el campamento Esperanza hay cientos de cámaras, pero Diego y yo estamos solos. Hay que aprovechar; no se nos escapa, tenemos la exclusiva.

Para nosotros todo sucede con mucha rapidez, para las familias el tiempo trascurre lento. Hay ansiedad en sus rostros, pero la cápsula cada vez tarda menos en hacer los 700 metros de recorrido. Impresiona ver las caras de los niños cuando afloran sus padres desde el centro de la tierra. Para los pequeños es como ver el cielo. Abajo van quedando menos. En un descanso entre una intervención en directo y otra, Chomi, mi compañero productor de Antena 3, tiene preparada una sorpresa. Ha conseguido unos chorizos criollos y los está asando en una hoguera, incluso está calentando el pan. Me quedo sin habla, mi estómago despierta de un hambre de horas.

El último en salir es el jefe de turno, Félix Urzúa. Ha sido el líder del grupo, la persona que se encargado de organizar la vida en el pozo. Además, desde ahora, tiene el récord por haber permanecido más tiempo a mayor profundidad. Sale con una dignidad encomiable. Saluda con cordialidad al presidente Piñera y le espeta con voz queda pero rotunda: ?Que esto no se vuelva a repetir?. La Operación San Lorenzo ha sido un éxito. Chile se ha enfrentado a un reto colosal y lo ha resuelto. Todavía se cura las heridas del terremoto de hace unos meses, pero esta vez ha ganado la partida a la Naturaleza. Se ha obrado un milagro sustentado en el esfuerzo. La fe y el trabajo son capaces de mover montañas.

Fuente: ondacero. es

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